Perspectivas Económicas de México 2013-2014

México pareció ser uno de los países ganadores después de la gran recesión de 2008-2009. En los tres años siguientes (2010-2012), disfrutamos de un crecimiento promedio de 4.3 por ciento, por encima de la media latinoamericana. A pesar de que Estados Unidos experimentaba una recuperación lenta y sinuosa, México pudo exportar más de lo debido y así lograr despejarse un poco de la elevada correlación con nuestro vecino que siempre nos ha caracterizado.

En ese momento, fueron tres factores que apuntalaron el buen desempeño: un reacomodo de líneas de producción (en especial en la industria automotriz) dentro de América del Norte, mediante el cual se buscó reducir costos de producción e incrementar la eficiencia; una moneda más competitiva (depreciada) a raíz del ajuste significativo que sufrió el tipo de cambio en 2008 (y posteriormente en 2011); y un cambio fundamental en la política económica de China, que llevó a que se elevara el costo laboral unitario y perdiera competitividad vis-a-vis nuestro país.

No obstante, a mediados de 2012 se anticipaba que Estados Unidos crecería menos en 2013 que en el año anterior.  Aun así, la dinámica que se veía en México hacía pesar que solo pudiéramos sufrir una pequeña desaceleración al respecto y que estaríamos bien posicionado para retomar un crecimiento mayor hacia la segunda mitad de 2013, o bien, a principios de 2014. Existía una buena percepción de las posibilidades mexicanas mediante la llegada de un nuevo gobierno con empuje y una agenda de reformas que detonaría la inversión. Cuando Enrique Peña Nieto logró que se firmara un pacto entre todos los partidos políticos para perseguir su agenda, muchos voltearon hacia nuestro país y dijeron ya llegó el momento para México.

Sin embargo, esta perspectiva realmente no se materializó. A pesar de que algunas de las reformas se aprobaron en la primera mitad del año, las dos más importantes enfrentaron problemas mayores. La reforma fiscal terminó como una propuesta simplemente recaudatorio, sin enfrentar los verdaderos retos fiscales, mientras que la energética se pospuso hacia fines de año (si bien nos va). Como resultado, el empuje que debió representar estas reformas no se materializó en 2013 y no queda tan claro cuáles serán los impactos en 2014.

Pero más allá del detonador que debía representar estas reformas, la actividad económica sufrió una serie de reveses, que no solo detuvo su crecimiento, sino que empujó a la economía hacia una recesión ligera. Lo que pasó fue como una tormenta perfecta, es decir, se conjuntaron varios factores negativos tanto externos como internos, casi todos al mismo tiempo, que detuvo la marcha de la economía.

Primero, a mediados del año pasado la demanda por nuestras exportaciones no petroleras empezaron a desacelerar. Las exportaciones automotrices dejaron de crecer a los ritmos anteriores, mientras que las manufactureras no automotrices se estancaron. Dado que las exportaciones son el motor principal de crecimiento de la economía mexicana, se experimentó mucho menos dinamismo en las actividades secundarias.

Segundo, al mismo tiempo dejaron de crecer las remesas familiares provenientes de Estados Unidos. A partir de julio de 2012 la tasa anual fue consistentemente negativa, afectando un ingreso complementario de muchas familias, que a su vez tuvo un efecto negativo sobre el gasto de los hogares. Dado que una parte significativa de estos ingresos se dedican a obras de autoconstrucción y remodelación de casas, también se vio afectada la rama de “trabajos especializados” dentro de la construcción.

Tercero, el gobierno de Calderón había dado un gran impulso a la vivienda de interés social, en especial mediante la construcción de casas habitacionales horizontales. Sin embargo, la gran mayoría fueron desarrollos en zonas apartadas de los centros de trabajo, esparcimiento y escuelas. Muchos gobiernos locales fallaron en proveer la infraestructura necesaria, por lo que miles de casas fueron abandonadas. A mediados de 2012, el gobierno decidió parar este tipo de edificación, en espera de una nueva reglamentación que favoreciera la vivienda vertical. No obstante, ante el inminente cambio de sexenio, el gobierno saliente le dejó el paquete a la nueva administración, lo que dejó prácticamente paralizado un segmento importante de la construcción.

Cuarto, el gobierno de Calderón propuso utilizar la mayor parte del gasto público programado para 2012 en la primera mitad del año en busca en un efecto favorable en la economía antes de las elecciones. Esto implicó una disminución en el gasto en la segunda mitad del año, en especial en obras civiles y de infraestructura. Al entrar el nuevo gobierno, se intensificó la disminución en el gasto, muy visible en la inversión fija bruta del gobierno. En sí, el presupuesto aprobado para 2013 buscaba un balance fiscal, lo que implicaba un proceso de consolidación mediante una disminución en el gasto público. Pero aunado a esta restricción, la nueva administración tuvo un subejercicio de su gasto, por lo que su impacto negativo fue todavía mayor.

Quinto, ante la promesa de reformas estructurales que implicaban nuevas oportunidades de inversión, el sector privado decidió posponer muchos proyectos hasta no saber bien cuáles iban a ser las nuevas reglas del juego. Primero habría que esperar para ver cuáles reformas se aprobarían y después cuáles serían las leyes secundarias. Esto también implicó una disminución en la inversión fija bruta del sector privado.

Sexto, a pesar de que la inflación general se ha contenido en los últimos años, los precios de los alimentos, de la gasolina y otros bienes con alto impacto en los presupuesto familiares, subieron mucho más que los sueldos y salarios, provocando una pérdida en el poder adquisitivo de muchos hogares. Aunado a los factores anteriores, esto incitó a una disminución en el comercio y a una eventual desaceleración en las actividades terciarias en su conjunto.

El resultado fue primero una atonía a partir de mediados del año pasado, que posteriormente se convirtió en un estancamiento de la actividad económica y eventualmente a una recesión ligera. Originalmente, el INEGI reportó en mayo que el PIB del primer trimestre de 2013 había crecido de 1.8 por ciento anualizado respecto al trimestre anterior. Esto obligó a muchos analistas a revisar a la baja su expectativa de crecimiento para el año, pero aun todavía en un rango ligeramente por debajo de 3 por ciento. Sin embargo, cuando dio a conocer los datos del segundo trimestre en agosto, el INEGI aprovechó para introducir un cambio de base (de 2003 a 2008), que resultó en una revisión del primer trimestre a 0.1 por ciento de crecimiento y una tasa negativa de 2.9 por ciento para el segundo.

Al momento de escribir este artículo, no contamos con la información completa del tercer trimestre. Sabemos que la producción industrial siguió débil en julio y agosto, mientras que las actividades terciarias sostuvieron tasas negativas en agosto. Indicadores diversos como los del IMEF, la AMIA y la ANTAD sugieren que la actividad económica de septiembre permaneció todavía muy débil, por lo que no queda claro si la recesión termina ya o queda en pie por lo menos un trimestre más. Esto ha llevado a otra ronda de revisiones a la baja para el crecimiento del PIB de 2013, que ahora ronda ligeramente por arriba de 1.0 por ciento para todo el año.

El INEGI publica dos diferentes indicadores cíclicos, que se utilizan para conocer en que periodos o etapas nos encontramos dentro del ciclo económico. El primero y original es el que se denomina el Sistema de Indicadores Compuestos Coincidente y Adelantado (SICCA), que pertenece a la escuela clásica que predomina en Estados unidos. El segundo, de más recién creación, es el Sistema de Indicadores Cíclicos (SIC), conocido como ciclos de crecimiento y utilizado predominantemente por la OCDE. En ambos casos, los indicadores coincidentes nos dicen que la economía está en una fase recesiva: en el caso del SICCA, la recesión empezó en noviembre de 2012, mientras que el SIC indica que inició en julio del año pasado. Ambos casos confirman la existencia de una recesión muy ligera, algo distinto a las recesiones anteriores que fueron en su mayoría profundas y prolongadas.

Los últimos indicadores disponibles reflejan una mejoría en la actividad económica de Estados Unidos, por lo que deberíamos anticipar un repunte en nuestras exportaciones. El último dato de las remesas (agosto) fue una tasa anual positiva, que rompe la tendencia negativa de 13 meses. Hace algunos meses, el gobierno publicó las nuevas reglas para los subsidios de la vivienda de interés social, por lo que anticipamos que la construcción pronto volverá a presentar tasas de crecimiento positivas. En los últimos meses el gobierno no solamente ha buscado eliminar el subejercicio, sino además ha solicitado al Poder Legislativo una ampliación del déficit fiscal de 0.4 por ciento del PIB para lo que queda de 2013. En conjunto, todo esto significa que la recesión puede estar por terminar en el cuarto trimestre de 2013, para iniciar una nueva fase de recuperación. Si las reformas pendientes se aprueben y se despeja la incertidumbre respecto a las nuevas reglas del juego, podríamos ver un nuevo dinamismo en la actividad económica para 2014.

El problema es que todavía enfrentamos muchos riesgos, en especial en un momento en que nos encontramos con una recuperación incipiente, frágil e incierta. En la última década, la gran mayoría de los riesgos han sido externos, en especial, enfocado en la economía de Estados Unidos. Sin embargo, ahora prevalecen además riesgos internos que fácilmente pudieran frenar la recuperación y posiblemente prolongar la recesión.

El riesgo más importante está en los impactos negativos de la reforma hacendaria, que disminuye el ingreso personal disponible de los hogares, resta poder adquisitivo a los consumidores, contiene aspectos adversos para las empresas y desalienta la inversión. Por lo pronto, hemos revisado el crecimiento para 2014 a la baja, de 4.2 por ciento antes de conocer las medidas fiscales, a 3.0 por ciento aun con la esperanza de que la recuperación en Estados Unidos tenga un efecto positivo sobre nuestras exportaciones.

 

 

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