Otra vez hizo una declaración controversial el Secretario de Hacienda Pública con aspiraciones presidenciales. Otra vez tuvo que aclarar lo que quiso decir al día siguiente. La vez anterior dijo que México es un país de ingresos medio alto. Aunque sí es cierto (según la clasificación del Banco Mundial), le faltó el tacto político al decirlo. En esta ocasión dijo que el poder adquisitivo del salario mínimo ha aumentado. Ahora no sólo mostró su falta de habilidad política en sus declaraciones, sino que es poco defendible lo que dijo.
Habría que hacer varias anotaciones sobre el salario mínimo y su poder adquisitivo, que no dijo Ernesto Cordero en un principio ni después en sus aclaraciones al día siguiente.
Primero, lo que pudo haber incrementado o no el salario mínimo real el año pasado es irrelevante. El monto marginal es tan pequeño que no hace diferencia en la dieta de un trabajador con un ingreso de un salario mínimo. Lo importante es ver el poder adquisitivo a través del tiempo en un horizonte donde se aprecia la tendencia. A Cordero le conviene utilizar la referencia de los últimos diez años ya que corresponde al periodo en que ha gobernado el PAN y corresponde a un periodo en que la inflación ha sido mucho más baja que la observada en décadas anteriores. El cálculo es muy mañoso ya que depende de los periodos exactos de inicio y final. El salario mínimo se aumenta únicamente en enero, una vez al año. Por lo mismo, el poder adquisitivo aumenta en ese mes (digamos 4%) y después disminuye marginalmente cada mes en función de la inflación hasta llegar a su punto más bajo en diciembre. Si queremos que el deterioro del poder adquisitivo no sea tanto, hagamos el cálculo de enero a enero; si queremos demostrar mayor deterioro hagamos el cálculo de diciembre a diciembre.
Segundo, la inflación general que se utiliza para el cálculo no es la adecuada. El Índice Nacional de Precios (INPC) está construido mediante una canasta de bienes y servicios que se obtiene de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) y representa la inflación que enfrenta una familia promedio en el país. Sin embargo, el trabajador que gana un salario mínimo no adquiere la gran mayoría de los bienes cotizados, sino más bien tiene severamente acotado lo que puede comprar. El propio INPC calcula índices de precios por estrato de ingresos y en especial, uno que representa la canasta promedio que adquiere el que gana un salario mínimo. Si comparamos la inflación de ambos índices en los últimos diez años, encontramos que ha sido mayor el incremento de precios del índice de un salario mínimo que el índice general. Esto significa que el deterioro en el poder adquisitivo del salario mínimo es mayor a los cálculos que han hecho muchos analistas últimamente para comprobar lo dicho por Cordero.
Tercero, el salario mínimo ya no es una buena referencia del poder adquisitivo de la clase trabajadora. En la década de los 70, aproximadamente una tercera parte (o más) de los trabajadores ganaban un salario mínimo. Sin embargo, el deterioro del poder adquisitivo del mínimo en los siguientes dos décadas fue tan grande, que dejo de ser referencia y ahora menos del 10% ganan el mínimo. Más bien, se debería utilizar otros parámetros de salarios como muchos que existen en las encuestas del INEGI. Por ejemplo, las remuneraciones reales de la manufactura, de establecimientos comerciales o del sector servicios.
Cuatro, el papel del salario mínimo en los mercados laborales ha cambiado. Antes era un impedimento para la creación de trabajos formales, ya que era mayor al punto de equilibrio entre la oferta y demanda de trabajo. Sin embargo, el mínimo es tan bajo ahora que ya no es una referencia relevante. Por ejemplo, en la década de los ochenta, la mayoría de los hogares le pagaban a una persona para realizar labores domésticos alrededor de la mitad de un salario mínimo (o menos). En cambio, ahora se paga por lo menos cuatro salarios mínimos para el mismo trabajo.
Quinto, vamos a suponer que lo que quiso presumir Cordero era que hemos tenido una estabilidad de precios en estos diez años que no tuvimos antes. Sin embargo, la baja inflación de esta última década se logró gracias a los esfuerzos de estabilización que se realizaron en los sexenios de Salinas y Zedillo. Fueron ellos los que lograron la autonomía del Banco de México y sanearon las finanzas públicas. Cuando Zedillo le entregó la presidencia a Fox, ya había estabilidad de precios, un presupuesto balanceado y las condiciones macroeconómicas adecuadas para crecer. Lo único que hizo Fox y Calderón fue mantener las políticas que establecieron sus antecesores.
Sexto, la administración priísta le dejó la mesa puesta al Pan para que en un entorno de estabilidad macroeconómica pudiera fomentar el crecimiento económico y la generación de empleos. El crecimiento promedio del PIB en los últimos cinco años de la administración de Zedillo fue 5.5%. Sin embargo, el crecimiento en los diez años del panismo no llega ni siquiera a la mitad.
Hasta aquí los comentarios sobre los aspectos económicos de las declaraciones de Cordero. Lo más preocupante no es lo atinado o no de las cifras, sino la poca sensibilidad política de alguien que aspira ser nuestro próximo presidente.