El INEGI reportó ayer (martes) las cifras de la actividad industrial de abril, los primeros datos duros para ir armando el rompecabezas de la actividad económica del segundo trimestre del año. No se anticipaban buenas noticias, pero fueron francamente desalentadoras. La producción total (desestacionalizada) disminuyó 1.67% respecto al mes anterior. Si anualizamos esta tasa para saber cuándo sería la disminución en un año si el comportamiento fuera igual en un periodo de 12 meses, resulta en un desplome de 18.3%. Sorprendió totalmente al mercado, ya que el consenso de los analistas era de una tasa positiva de 0.5%.
Como era de esperarse, vimos el otro lado de la moneda de los efectos de calendario que afectaron negativamente a marzo, es decir, ahora hubo más días laborales en abril comparado con el año pasado, por lo que se anticipaba una tasa anual relativamente elevada. Aunque la expectativa del mercado era de 5.7%, INEGI reportó un avance de 3.3%. Al ajustar las cifras sólo por las diferencias de calendario, la tasa anual presentó una disminución de 2.2%, una diferencia apreciable.
La actividad industrial representa alrededor de 33% del PIB, mientras que las actividades terciarias (comercio y servicios) cuentan cerca de 65%. Todavía no tenemos cifras del INEGI para abril, pero el ANTAD ya nos adelantó que fue uno de los peores meses de los últimos 10 años para las ventas en establecimientos comerciales. Se anticipan malas cifras para mayo y una tendencia a la baja de 10 meses. Esto significa que enfrentamos un estancamiento difícil, cuya inercia tenemos que superar pronto.
Vimos una tasa anual raquítica del PIB en el primer trimestre (0.8%), que en principio debería quedar compensada con una mayor en el segundo trimestre. De hecho, una forma de analizar esta tasa es juntar los dos trimestres ya que así quedan neutralizados los efectos de calendario. Para este trimestre, prácticamente toda la compensación se reflejará en abril, ya que tiene el efecto de la Semana Santa, mientras que los dos siguientes meses no tienen por qué reflejar gran diferencia. Esto significa que ya debemos anticipar una tasa anual del trimestre relativamente baja. De entrada podemos aplicar el ejercicio a los dos meses de marzo y abril, que crecieron -4.8% y 3.3% respectivamente, para obtener un promedio de -0.75%.
Hay que tomar en cuenta que se puede aproximar la tasa de crecimiento del año a partir del promedio de las tasas anuales de los cuatro trimestres. Con la información que contamos, podemos esperar una tasa alrededor de 2.5% (siendo relativamente optimista) para el segundo trimestre, lo que da un promedio de 1.6% para la primera mitad del año. Para alcanzar la tasa de 3.1% que espera SHCP, tendremos que crecer 4.6% en la segunda mitad del año. En principio no suena imposible si anticipamos mayor dinamismo de la economía de Estados Unidos, reactivación del gasto público y expectativas renovadas por la aprobación de más reformas. Pero el problema es que para alcanzar este ritmo en la segunda mitad del año, tendríamos que observar crecimientos muy elevados en las tasas trimestrales (desestacionalizadas), similares a los que tuvimos mediante un efecto rebote en 2010. Posible pero improbable.
Independientemente del número, ¿qué tendría que pasar en la segunda mitad del año para realmente impulsar la economía? Lo primero y más importante sería la reactivación de las exportaciones no petroleras, tradicionalmente nuestro principal motor de crecimiento. El problema aquí es que aunque viéramos mayor dinamismo en Estados Unidos, no podemos esperar un retorno a tasas de dos dígitos en nuestras exportaciones como las que observamos en los tres años anteriores. El empuje significativo que tuvimos en el sector automotriz fue resultado de cambios estructurales y geográficos en la producción, fenómeno que ya se agotó y que difícilmente se podrá repetir. Posiblemente podemos observar tasas cercanas al 8% (anual), que no serán suficientes para generar un crecimiento mayor a 4% en el PIB.
Lo segundo es la reactivación del gasto público, que experimentó retrocesos en los primeros cuatro meses del año. Pensemos que lo que no se gastó en estos meses se puede utilizar en la segunda mitad del año. Aunque en el margen ayudará, dudo que sea suficiente para “jalar” al resto de la economía. El gasto público no es muy eficiente y no está cargado hacia la inversión. Existen proyectos interesantes para apoyar a los PyMES y para impulsar el crédito bancario, pero su alcance no es de corto plazo.
¿Qué queda?
Bien hasta que propone la reactivación del gasto público, que es otra manera de robo legal del dinero ganado. En fin, principios fundamentales diferentes. Un saludo
El dinero robado legalmente (cobro de impuestos) ya se hizo. ¿Es mejor que lo gaste en algo productivo, o que se lo quede el gobierno (para que se lo robe ilegalmente después)?