Hacia fines del tercer trimestre del año pasado reinaba el pesimismo en cuanto a las posibilidades de crecimiento económico para 2012 en Estados Unidos. No sólo existía un consenso menor a 2% para el PIB, sino que incluso varios analistas argumentaban que había altas posibilidades de que Estados Unidos podría entrar de nuevo en recesión. Sin embargo, hacia el final del año el desempeño de la mayoría de los indicadores mejoraron y para principios de este año ya nadie hablaba de recesión. Entre noviembre 2011 y abril 2012, el consenso de crecimiento fue mejorando lenta aunque contantemente hasta llegar a 2.3% en mayo. Aun siendo una tasa mucho menor al promedio de crecimiento que ha experimentado Estados Unidos a lo largo de los últimos siete décadas, se consideraba relativamente buena ante la debilidad europea y las posibilidades de una crisis de deuda soberana en varios países.
Sin embargo, en los últimos dos meses no sólo ha dejado de mejorar las perspectivas, sino que de nuevo el consenso se está revisando hacia abajo. Incluso, el FMI redujo sus proyecciones de crecimiento para el mundo en general y para Estados Unidos en particular. El desempeño mixto de los indicadores ha demostrado un balance más negativo que positivo y ahora se ve más difícil lograr una tasa de 2% o mayor para este año.
En principio, esto debería ser una mala noticia para México. Existe una correlación muy elevada entre ambos países, siendo la causalidad de allá para acá. Nuestro motor de crecimiento principal son las exportaciones no petroleras, de las cuales alrededor de 78% van hacia Estados Unidos. Dado casi 80% de lo exportamos son bienes manufactureros, dependemos mucho de la demanda norteamericana que proviene fundamentalmente de su producción industrial. Por lo mismo, una revisión a la baja en el crecimiento de nuestros vecinos debería significar menos posibilidades de crecimiento para México.
Lo sorprendente es no es el caso. A partir de la crisis de 2008-2009, la correlación entre ambas economías se redujo al observar que nuestra producción industrial (y nuestras exportaciones) no disminuyeron tanto como en Estados Unidos y que nuestra recuperación ha sido mucho más robusta. Por ejemplo, mientras que la producción industrial de Estados Unidos no ha regresado todavía a los niveles máximos observados antes de su recesión, nosotros sí hemos superado nuestros máximos anteriores a partir de mayo del año pasado.
¿Cómo explicamos nuestro crecimiento casi a contrapelo de Estados Unidos? En principio hay tres factores, uno particular y dos generales en nuestra economía. El primero es particular a nuestra industria automotriz, que representa alrededor del 27% de la producción manufacturera y más de una cuarta parte de nuestras exportaciones no petroleras. Como resultado de la crisis de 2008-2009 en Estados Unidos, varias de las ensambladoras más grandes estuvieron a punto de quiebra y tuvieron que ser recatados por el gobierno. Lo que siguió fue un proceso de reducción de costos y reorganización de la industria en toda Norteamérica. Una de las medidas principales fue la reubicación de líneas de producción de Estados Unidos y Canadá hacia México. Por lo tanto, México obtuvo una tajada mucho más grande de un pastel ligeramente disminuido.
El resultado no sólo fue un aumento en la producción de automóviles para exportación de las tres grandes empresas hacia Estados Unidos, sino también cierto reconocimiento de la productividad de la industria en México, de tal forma que aumentamos nuestras exportaciones hacia otros países y muchas empresas automotrices incrementaron sus inversiones en México. De esta manera, este año estaremos exportando casi 60% más con respecto al pico anterior a la crisis (2007).
El segundo factor, más general, es que la depreciación del tipo de cambio de más de 20% respecto al dólar y más respecto a otras monedas, le ha sumado atractivo a nuestras exportaciones. Desde hace más de 15 años México ha venido negociando tratados de libre comercio con muchos países, que en un principio no se vio reflejado en una mayor diversificación de nuestras exportaciones. Sin embargo, en los últimos cinco años ya hemos visto crecimientos mayores hacia otros países. La combinación de un tipo de cambio más competitivo y negociaciones de mayor acceso a otras economías, ha redituado en mayores crecimientos en las exportaciones de bienes manufactureros no automotrices.
Finalmente, un tercer factor ha sido el cambio de enfoque de China de buscar crecer vía exportaciones hacia un mayor crecimiento interno. En busca de un mayor poder adquisitivo de los consumidores chinos, los salarios han aumentado y sus costos laborales unitarios ya no son abismalmente menores a los que existen en otros países. Muchas empresas han visto que los mayores costos de logística y de transporte ya no se compensan con menores costos laborales, por lo que han dejado de producir en China y vuelto a buscar ventajas geográficas. Después de una década de ir perdiendo poco a poco el mercado a China, hemos ahora empezado a recuperar terreno.
Todo lo anterior se ha combinado para que nuestras exportaciones sigan creciendo a dos dígitos a pesar del estancamiento económico mundial. Gracias al empuje externo, la economía interna también ha crecido. Ahora nos falta buscar fórmulas para mantener el impulso interno sin la dependencia del exterior.