Publicado en Reforma el 23 de septiembre de 2004
El Banco de México introdujo el concepto de inflación subyacente en su Programa Monetario para 1999 y empezó a publicarlo regularmente en 2000. Es un concepto analítico de mucha utilidad que sirve entre otras cosas para vislumbrar la tendencia de mediano plazo de la inflación.
Después de prácticamente cinco años de uso continuo, la inflación “subyacente” se ha convertido en una parte integral de la maleta de herramientas analíticas que utilizamos para interpretar el fenómeno de la inflación. Sin embargo, su significado no es obvio o intuitivo para la mayoría de las personas, por lo que a veces su uso contribuye a confundir más en vez de aclarar los acontecimientos del momento. A petición de varios lectores, trataremos de explicar de nuevo el concepto y cómo se debe utilizar para entender el fenómeno del alza en los precios.
La definición tradicional de inflación es un aumento generalizado y sostenido en los precios. En otras palabras, debemos hablar de inflación cuando vemos específicamente que la mayoría de los precios suben constantemente y no cuando simplemente algunos aumentan en forma aislada. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones que vemos que aumenta un solo precio, hacemos referencia a “inflación”, sin distinguir el origen o causa de su incremento. Por ejemplo, si aumenta el precio del jitomate en relación a las demás verduras y legumbres, no debemos hablar de inflación, sino únicamente de un cambio en un precio “relativo”. Usamos la palabra “relativa”, dado que es en relación a algo más; en este caso es en relación a los demás precios de las verduras.
El jitomate puede encarecerse en relación a la cebolla, el chile o el limón en cualquier momento debido a circunstancias específicas de su propio mercado. Por ejemplo, pudiera ser que llovió mucho y se echaron a perder, o bien, que hubo una plaga que terminó por reducir la cosecha. Cualquier circunstancia que motive un cambio en el precio de un bien en lo particular se refiere a una modificación de un precio relativo.
Por lo regular, vemos este tipo de cambios todos los días; algunos precios suben y otros bajan. Esto ocurre en respuesta a las variaciones en la oferta y la demanda de cada mercado y claramente no es inflación. Más bien, es un fenómeno “microeconómico” ya que obedece a las circunstancias específicas de cada bien o servicio. Como lo dice la propia definición, para que lo podemos llamar inflación necesitamos que los aumentos en precios sean generalizados, es decir, en la mayoría de los precios, y sostenidos, es decir, no de una sola vez sino mes tras mes. Dado que afecta a todos los mercados, decimos que es un fenómeno “macroeconómico”.
El problema surge cuando no podemos distinguir claramente entre un aumento relativo y un incremento generalizado. Por lo regular, no nos preocupamos demasiado ya que los aumentos relativos tienden a neutralizarse uno con otro a través del tiempo. Por lo mismo, medimos la inflación a través del incremento ponderado de una muestra significativa de bienes y servicios. Sin embargo, esta es realmente una aproximación y no una medición exacta, ya que no podemos distinguir a priori si el aumento de un bien proviene de presiones inflacionarias o únicamente de circunstancias muy específicas de su mercado.
En principio, si a la larga los aumentos en los precios relativos se cancelan con disminuciones en otros, esta distinción no es tan importante. Sin embargo, en el corto plazo pueden surgir variaciones muy importantes que se deben atribuir a un cambio en precios relativos y no como parte integral de la inflación.
Por ejemplo, el gobierno permitió que hubiera un aumento significativo en los precios de los energéticos, como gas doméstico, gasolina y electricidad, como respuesta a las presiones en los mercados internacionales. Estos aumentos no son generalizados, sino únicamente corresponden a dos o tres bienes. Tampoco son sostenidos, ya que aumentaron este año pero seguramente disminuirán el año entrante ante un aumento de la oferta y una disminución de la demanda. El incremento no se debió a presiones inflacionarias, sino a circunstancias específicas del mercado energético mundial, como la guerrilla en Irak, los problemas financieros de la empresa petrolera rusa Yukos, las tempestades en el Golfo de México y la caída en los inventarios de crudo en Estados Unidos.
Ya tuvimos una experiencia similar en 2002, cuando el gobierno aumentó las tarifas eléctricas y otros precios bajo su control para reponer los ingresos mal modificados por los Diputados al aprobar el presupuesto de ese año. Al año siguiente disminuyó notablemente el índice de precios administrados ya que estuvo mejor calculado el presupuesto. Evidentemente era un fenómeno temporal que afectaría a la inflación al alza en 2002 y que ayudaría a disminuirla en 2003.
El ciclo de los precios administrados y concertados es relativamente previsible. Sin embargo, existen otros precios con un comportamiento cíclico pero bastante irregular y casi imposible de prevenir, como es el caso de los precios agrícolas. Los precios de las frutas y las legumbres tienen una elevada variabilidad, lo que significa que aumentan y disminuyen frecuentemente, pero en forma irregular. Su comportamiento también es distinto al de la mayoría de los demás precios, ya que están muy influenciados por el clima y demás factores específicos de su mercado. Por lo mismo, también pueden distorsionar la lectura del comportamiento de la inflación.
¿Cómo podemos evitar que el comportamiento de este tipo de precios deforme la interpretación de la inflación general? ¿Cómo podemos distinguir entre cambios acentuados en precios relativos y los aumentos generalizados y sostenidos en los precios? Aquí es donde entra el concepto de inflación subyacente. Se buscan los precios cuyo comportamiento sea distinto a la mayoría, como los administrados y concertados y los agrícolas, para ubicarlos en un (sub) índice distinto (llamado no-subyacente). Lo que queda es la inflación medular o subyacente que marca la tendencia de la inflación general en el mediano y largo plazos.
Dado que hoy la inflación general (4.82 por ciento) se encuentra significativamente por arriba de la inflación subyacente (3.66 por ciento), debemos esperar que la general disminuya en un futuro no previsible. Dado que el comportamiento de la inflación subyacente es muy estable, no tenemos por qué esperar una inflación mayor en 2005.