La situación actual de Grecia nos trae recuerdos de cómo estaba México hace tres décadas. Obviamente hay muchas diferencias y circunstancias distintas, sin embargo, las similitudes son suficientes como para pensar que lo que le queda por adelante a los griegos es una década perdida. Al final de cuentas, no importa si Grecia se queda o se sale de la Unión Monetaria Europea. Tienes desequilibrios macroeconómicos enormes, un sistema bancario al borde de la quiebra y una infraestructura económica insuficiente como para generar crecimiento económico por mucho tiempo. No le queda otra opción más que apretarse el cinturón por un buen rato y la historia nos dice que casi nunca es un proceder rápido.
Para quedarse dentro del euro el gobierno necesitará realizar recortes y establecer programas de austeridad que la población no está dispuesto a aceptar. Parte del ajuste se podría absorber vía una devaluación masiva (que implica abandonar el euro), inflación elevada (que conlleva una pérdida de poder adquisitivo para la mayoría) y una moratoria de su deuda (que elimina la posibilidad de préstamos voluntarios por tiempo indefinido). Justamente se ha desatado un gran debate acerca de los pros y contras de las opciones, sin que quede claro cuál es el camino que pudiera convenir. Pero independientemente de cuáles sean las conclusiones, queda claro que todos los caminos conllevan grandes sacrificios.
El destino de Grecia por sí sólo no preocupa a muchos fuera de sus fronteras. La gran inquietud se concentra en los posibles efectos de contagio que pudieran existir hacia Europa y al resto de mundo. El escenario más pesimista implicaría que después de la salida de Grecia, le seguirían otros países como España, Italia y Portugal y se desatara una verdadera crisis de deuda soberana de Europa, con consecuencias catastróficas para el sistema financiero internacional.
Por lo pronto, los tenedores de su deuda externa vienen experimentando una pérdida paulatina en su valor desde hace más de un año y las agencias calificadoras ya le otorgaron una calificación que implica un “default” inminente. Entre que el gobierno recién electo no pudo conformar una coalición y la radicalización del electorado griego, parecen crecer día a día las probabilidades de que abandone el euro. Esto ha llevado a que los ahorradores retiran sus euros de los bancos y se acelere más la crisis griega al entrar en un círculo vicioso.
La situación actual ha llevado a los líderes europeos a concentrar sus esfuerzos (implícitos y explícitos) en proteger al sistema financiero europeo y a fortalecer los países débiles para contener el contagio a un mínimo. A raíz de estas acciones, el escenario básico apunta hacia una recesión no muy profunda pero extendida en Europa y posteriormente un largo periodo de estancamiento y crecimiento marginal.
¿Nos debe preocupar? ¿Cuáles son los riesgos para México? En gran medida, nuestro destino está atado fundamentalmente al contagio que pudiera afectar a Estados Unidos. En principio, nuestro vecino es un país relativamente cerrado, que no depende tanto del comercio exterior como motor de crecimiento. Su fortaleza es su economía interna, que se alimenta mediante el consumo y la inversión privada. Por lo mismo, es factible que Estados Unidos pueda crecer (moderadamente) a pesar de una recesión europea.
El consenso apunta a que la economía norteamericana crecerá entre 2.2 y 2.5% este año, siendo su tasa histórica (de 1947 a 2011) un promedio anual de 3.3%. En el corto plazo, México podrá seguir capturando un pedazo más grande de su mercado, pero en el mediano plazo se verá limitado nuestro propio crecimiento. En la medida en que persiste la incertidumbre, seguiremos observando la depreciación del peso. Una moneda barata en tiempos difíciles apoyará nuestras exportaciones y nos mantendrá a flote por un rato. Sin embargo, va en perjuicio de nuestro poder adquisitivo y no es un modelo económico que queremos perseguir más que por un periodo corto.
A pesar de que enfrentamos un escenario relativamente benigno ante la incertidumbre e inestabilidad mundial, existen muchos riesgos que pudieran limitar severamente nuestro crecimiento. Los posibles contagios de Grecia, primero hacia Europa, después a Estados Unidos y finalmente hacia México, son inciertos ya que entramos en terrenos desconocidos. Basta con leer algunos de los expertos y académicos que están estudiando arduamente la situación actual para darnos cuenta de una diversidad enorme de opiniones y recomendaciones. Sin embargo, los puntos más endebles parecen ser el sistema financiero norteamericano (que todavía no se repone de la recesión de 2008-2009), su tasa de desempleo (que todavía se encuentra en niveles históricos muy elevados, sus finanzas públicas (que le resta margen de acción) y la resaca de su mercado de vivienda (victima principal de la crisis).
En cambio, los puntos más endebles de la economía mexicana son la poca penetración crediticia, la falta de dinamismo de la economía interna, la falta de competencia en sectores claves (como el energético y las telecomunicaciones), la corrupción, la desfuncionalidad del sistema político y la creciente inseguridad pública. Al final de cuentas, el riesgo principal que representa Grecia para nosotros es que haga más evidente nuestras vulnerabilidades.