Después de comenzar el sexenio con un 2013 verdaderamente decepcionante, veíamos este año como la oportunidad de emprender una recuperación en serio y aspirar de nuevo al crecimiento sostenido. Pero como sabemos, empezamos mal con una reforma hacendaria nefasta y un entorno externo desfavorable. En vez de instrumentar una política fiscal que apoyara la actividad económica, la Secretaría de Hacienda optó por una serie de medidas de carácter recaudatorio, sin combatir la informalidad, eliminando incentivos a la inversión y restando poder adquisitivo a muchos segmentos de la población. Al mismo tiempo, Estados Unidos enfrentó condiciones climatológicas sumamente adversas, con consecuencias negativas en la actividad económica. El resultado fue una caída abrupta en la confianza, tanto de los hogares como el empresarial, que tuvo su reflejo en un desempeño desfavorable en el consumo y en la inversión.
¿Qué necesitamos para ya iniciar un crecimiento en serio? Primero, una mejoría en el entorno externo y segundo, que se vayan disipando los efectos negativos de la reforma fiscal. Requerimos que la inversión pública vaya apuntalando la recuperación de la industria de la construcción y que el sector privado encuentre ya pretextos para empezar a invertir. Lo primero parece estarse asomando: la producción manufacturera de mayo muestra un avance de 4.8 por ciento en los últimos doce meses (corregido por efectos de calendario) y si logramos crecer al mismo ritmo que el observado en los primeros cinco meses del año, pudiéramos terminar en diciembre con un nivel mayor al 12 por ciento respecto a fines de 2013.
El problema radica en lo segundo, es decir, en que la inversión pública ya surte efectos. De encaminarse bien, la inversión privada debería seguir el mismo camino y la economía interna podría responder. Sin embargo, hasta la fecha no ha sido el caso. Los últimos datos del INEGI respecto a la construcción de obras de ingeniería civil (asociada a la inversión pública) de mayo muestran una caída de 1.7 por ciento respecto a abril y se ubican en -6.2 por ciento por debajo del nivel de hace doce meses. De continuar el mismo ritmo de los primeros cinco meses del año, terminaremos 2014 -15.2 por ciento por debajo del nivel observado en diciembre pasado (que de por sí, era bastante bajo).
¿Qué dice la Secretaría de Hacienda al respecto? Si examinamos su Informe de Finanzas Pública correspondiente a enero-mayo de 2014, encontramos que el gasto público creció en 16.9 por ciento en ese lapso, donde destacan elevados crecimientos en algunos ramos con elevado componente de inversión. Incluso, el gasto se ubica ligeramente por encima de lo calendarizado para el período. Parece indicar cifras consistentes con el camino señalado en el primer trimestre, cuando reportó tasas de crecimiento muy abultadas en su inversión física.
Sin embargo, los reportes de Hacienda contrastan marcadamente con los indicadores de INEGI. Por ejemplo, mientras que los primeros presumen de tasas de crecimiento muy elevadas en la inversión pública en el primer trimestre del año, INEGI señala que disminuyó -6.5 por ciento en términos reales respecto al trimestre anterior y se ubica -8.5 por ciento por debajo de su nivel de hace un año (corregido por efectos de calendario). Hacienda dice que la inversión pública ha aumentado considerablemente en los primeros cinco meses del año, pero INEGI reporta tasas negativas en las obras de ingeniería civil. ¿Qué pasa? ¿Hay diferencias metodológicas en cómo se manejan las finanzas públicas o de plano hay doble contabilidad? No son pequeñas las diferencias, sino más bien escandalosas.
En principio, Hacienda reporta los flujos de efectivo entre sus ingresos y egresos, mientras las cuentas nacionales manejan el concepto de valor agregado. Esto significa que el INEGI realiza el cálculo del valor bruto de la producción y el consumo intermedio del gasto público, para después restar lo segundo a lo primero. ¿Será que el consumo intermedio del gobierno es superior al valor bruto, por lo que no representa valor agregado?
Hay varias hipótesis al respecto, siendo el más visto el que Hacienda reporta participaciones a los fondos para inversión de los Estados y Municipios como un gasto en inversión realizado, mientras que el dinero simplemente está disponible a los gobiernos locales en un banco, pero todavía sin ejercerse. Otra, más cínica, es que el gasto público simplemente no repercute en la actividad económica por ser ineficiente, mal ejecutado y vicioso. Esto es algo que merecemos que nos aclaren y que rinden cuentas más claras.