La primera mitad de la campaña oficial fue desesperadamente aburrida. Después de millones de spots por radio y televisión, quedamos inmunes y dejamos de registrar lo que decían. El mejor reflejo eran las encuestas, que a pesar de reportarse cada rato, parecían más estáticas que dinámicas. Los que revelaban su preferencia no cambiaban de opinión, mientras que los indecisos permanecían sin saber a quién irle.
En eso despertaron los estudiantes y le pusieron sabor. Por fin las encuestas muestran movimientos y se empieza a sentir cierto nerviosismo en algunos círculos. El promedio de siete encuestas sitúan a López Obrador a 16 puntos porcentuales de Peña Nieto, cuando hace un mes la distancia era mayor a 20 puntos. La encuesta de Reforma sitúa la distancia a tan sólo cuatro puntos. De una forma u otra, los estudiantes han logrado incrementar el sentimiento antiprista, fenómeno que ha favorecido a López Obrador. Mientras, Vázquez Mota cae por su propio peso. Ahora el último mes se va poner interesante, ya que la competencia se reduce a dos candidatos y habrá mucho por verse.
El renovado interés se lo debemos claramente a los estudiantes y al uso cada vez más intenso de las redes sociales. Sin embargo, a mi ver el famoso movimiento de #somos132 tiene una cierta inconsistencia. Dicen que es un movimiento apartidista, interesado en que los medios de comunicación no distorsionan las campañas políticas. Por ejemplo, piden que el próximo debate se transmita en cadena nacional para que toda la población en edad de votar pueda valorar las propuestas de los candidatos y así tomar una decisión más informada. Pero el problema de fondo no es la falta de comunicación de las propuestas; allí están a la vista de todos. Más bien es la credibilidad.
He votado en todas las elecciones desde 1976 a la fecha. Nunca había visto antes tanta información disponible sobre las propuestas de los candidatos. Lo único que hay que hacer es leer. Por ejemplo, Reforma ha publicado una serie que resume lo que piensan los candidatos sobre 12 temas específicos. Si uno quiere entrar todavía a más detalle, está el esfuerzo formidable del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) de presentar y evaluar todas las propuestas. Si algún estudiante dice no estar informado o no saber que propone cada candidato, es que simplemente no ha leído.
De entrada, los candidatos coinciden en la gran mayoría de los temas más relevantes. Las diferencias son mínimas y escasas. Todos dicen que quieren combatir a fondo la corrupción, aumentar la competencia, erradicar la violencia, mejorar la seguridad pública, crear empleos, disminuir la pobreza, etc. Si presentáramos las propuestas sin nombre y apellido, tendríamos mucha dificultad en saber quien dice que. Si concentramos nuestra atención en Peña Nieto (por ser el punto central de ataque del movimiento), difícilmente encontraremos cuestiones que no nos gusten en su discurso. Incluso, ha prometido mejorar la democracia, combatir el autoritarismo y no dejar que regrese el viejo PRI.
El problema no es la falta de información o de propuestas equivocadas y por lo mismo, no es un problema de evaluación. El problema es la credibilidad. Peña Nieto dice que él representa un nuevo PRI democrático. ¿Le creemos? Vázquez Mota nos dice que es diferente (¿a quién?). ¿Le creemos? López Obrador nos dice que va crear millones de empleos y hacer que la economía crezca más de 6%. ¿Le creemos?
Mucha gente dice que no hay a quien irle. Dudo que si estas personas leyeran bien todo lo que ha dicho cada uno, fueran a decidir su voto. No se trata de escuchar el debate o evaluar las propuestas. Se trata de decidir a quién le podemos creer más y eso es mucho más difícil.
Jonathan, excelente articulo. Abordas un tema central que el electorado parece perder de vista al opinar y, peor aun, al decidir. Para mi no es claro que AMLO sea mas creible que EPN y, si bien JVM me parece mas creible que esos dos, me parece que le falta claridad y empuje. Evidentemente, detras de Quadri hay un fenomeno (literalmente) que le quita cualquier credibilidad posible. El otro punto es cual de los candidatos seria mas facil de «controlar» (desde un punto de vista de equilibrio de poder y bienestar social, no desde el punto de vista de un grupo de interes particular) una vez en el poder. No tengo una explicacion razonable, pero en ese contexto me parece que seria mas facil «controlar» a AMLO que a EPN ya en la presidencia, especialmente si suponemos que la composicion del Congreso se mantiene como muestran las encuestas.